Palabra de Peter Brook

“Me alegra estar hablando con ustedes, aunque sea a través de la pantalla, porque sé que, en este mundo, cuando se está deteriorando todo a todos los niveles, es muy fácil, para nosotros, decir: ‘Nada se puede hacer’. Y, de hecho, eso es casi cierto, pero también una mentira completa, aunque fatal, dramática, que bloquea la situación. Siempre hay algo que se puede hacer. Y eso es lo que todos ustedes, de manera muy heroica, muy valiente, demostraron, al no dejar que este teatro fuera barrido del mapa y convertido en el símbolo de la era, que es un supermercado. Entonces, al dar el paso juntos, se revelaron muchas cosas. La primera, es que independientemente de qué tanto la sociedad está fracturada y desintegrada (en este momento, mi aproximación a ustedes por electrones puede que lo sea más que nunca), al mismo tiempo, los pequeños grupos pueden trabajar juntos, entenderse unos a otros y emprender acciones efectivas. Entonces, lo que ustedes han hecho, es totalmente positivo. Y creo que hoy, la única cosa que nos puede interesar profundamente, es lo que es positivo. Porque sentarnos alrededor, rascarnos y quejarnos de lo que es negativo, es simplemente demasiado fácil y totalmente destructivo, hacia el exterior, y autodestructivo. Entonces, ustedes han dado un paso que demuestra que un grupo puede pensar en colectivo, trabajar en colectivo, debatir en colectivo, construir en colectivo y actuar en colectivo.

“Y actuar nos lleva a actuar (interpretar en el escenario). Ustedes han salvado este teatro, pero no basta con ello. Todo está en una escalera que se levanta. Y decir que hemos salvado al teatro no nos lleva directo a la punta de la escalera. Nos lleva al primer escalón de la escalera. Porque, entonces, surge la pregunta: ¿cuál es el uso del teatro? En los años sesenta, supe de una historia muy patética, trágica y cómica, de gente que, durante varios años trabajó y trabajó y trabajó para construir un nuevo teatro con sus propias manos, sin nada de dinero, sino sólo con las posibilidades que podía encontrar, para hacer un nuevo teatro ideal. Y lo lograron. Y lo plantaron en un terreno baldío en las afueras de París. Y los fui a ver, y fue un momento terrible cuando les pregunté:

"—¿Qué se proponen hacer en este teatro?

“A lo largo de todos estos años de un trabajo durísimo, nunca se habían planteado esta pregunta. Y entonces, dentro de unas cuantas semanas en que el teatro se iba a abrir, no tenía ningún programa, ninguna idea. Todo lo que importaba era tener el teatro en forma. Ahora, yo sé que con ustedes esto es muy distinto —hay muchísima gente emocionada y encantada de usar el espacio que necesitan—. Pero todavía queda la pregunta para todos nosotros: ¿cuál es la utilidad del teatro? ¿Por qué el teatro?

"Ahora bien: no es una pregunta abstracta. Pero tampoco es una pregunta con una respuesta permanente. Podemos hacer una retrospectiva de los grandes escritos de la Grecia Antigua, y se pueden encontrar grandes formulaciones sobre lo que debe ser un escenario, lo que podría ser una república, y muchas cosas en sus últimos cien, doscientos años. Todas ellas han caducado. La respuesta de ayer está caduca. Es una pregunta que requiere un reexamen cada vez. Hay ciertas cosas que uno puede decir. En este momento, cuando hablo con ustedes, hace mucho frío, y se puede ver que la primera cosa que un teatro puede ofrecer es un interior con calor. Un interior cuando, tal vez, afuera está obscuro. Entonces, un lugar con calor y luz para que la gente se congregue, es un punto de inicio. ¿Y luego qué? Entonces, surge la pregunta: ‘¿El teatro tiene que ver con la vida, o no?’”.

PETER BROOK

No me perdía ninguno de sus montajes cuando venía a Nueva York, así tuviera que pedir prestado para pagar el boleto, porque hubo tiempos en los que tenía que elegir entre irme caminando y comer, o pagar el transporte al trabajo. Para mí sus funciones eran una experiencia mística que alimentaba mi ser durante años, así que entendía a los que se iban a la Basílica caminando, aunque por distintas razones.